MÚSICOS EN SU SALSA
Por: @Violetta_Rabe
Un
día cada mes, nuestra ciudad se viste con sus mejores galas para presentar a
uno de sus orgullos, la Banda Sinfónica Municipal. Aprovechando el marco de Las
Fiestas de la Cosecha, el concierto del mes de la Sinfónica será de salsa, así
que siendo las 7:00 pm del día jueves 26 de agosto de 2010, una cantidad
significativa de melómanos se reúnen en la Plaza Cívica Ciudad Victoria para
presenciar el tan anhelado evento.
La
lluvia es protagonista, gotas cristalinas caen sobre las cabezas de los
asistentes al concierto, las personas corren rápidamente a refugiarse en las
diferentes carpas blancas distribuidas
por todo el lugar. Una gran tarima aguarda con los instrumentos y una larga
pasarela se despliega del centro del escenario y divide la plaza en dos. Los
músicos vestidos de manera impecable comienzan a ubicarse, toman cada uno su
instrumento y se dedican a practicar un poco.
Me
detengo a ver cada uno de los instrumentos, distingo los clarinetes, los
fagotes, los saxofones y al momento de llegar a las tubas recuerdo el
comentario que escuché una vez, algunas tubas utilizadas por la banda parecen
ser las más antiguas en la historia de Colombia pues tienen más de un siglo,
sonrío un poco y comienzo a contagiarme por la alegría de los asistentes al
evento.
Un
olor particular invade el ambiente, un poco de cerveza y algo de humo de
cigarrillo. La lluvia comienza a cesar y todo el público sale de las carpas
para acercarse a la tarima y disfrutar más de cerca algunos éxitos de la salsa.
Siendo
las 7:45 pm se da inicio al evento, la batuta del director marca el pulso y al
mismo tiempo todos los asistentes inconscientemente también lo hacen con sus
pies. Los recuerdos se asoman por las ventanas del alma haciendo que al ritmo
de una buena melodía las personas comiencen a sonreír, a menear la cabeza, a
sentir la música. Pero este gran momento es interrumpido por una falla de
sonido, la gente inmediatamente se tapa lo oídos y el concierto es detenido.
Minutos
más tarde se recobra la calma, se inicia de nuevo el concierto, y la gente
olvida el inconveniente presenciado. La música sigue fluyendo, las parejas
comienzan a volverse una misma persona y el baile comienza a protagonizar una
escena inolvidable. El frio intenta apoderarse de la multitud pero no se le da
importancia y se sigue el ritmo.
Un
caluroso aplauso finaliza el primer tema interpretado por los talentosos
músicos, y una gran sorpresa se lleva el público, la exquisita música será
acompañada por las melodiosas voces de Mauricio Mosquera y Mauricio Gómez ex
integrantes de famosas agrupaciones como el Grupo Niche y la Orquesta Guayacán.
Gritos de alegría, entusiasmo e impaciencia invaden la plaza.
Con
el reconocido tema “Periódico de ayer” se enciende la llama de la pasión en la
gente y más parejas se unen a la pista de baile regada por todo el lugar. Luciendo
un elegante traje negro deja la tarima Mauricio Gómez para darle paso a su
tocayo Mauricio Mosquera vestido con un traje gris y que siga la fiesta. En la
multitud se logra percibir la alegría cuando este personaje sale a escena.
El
olor a humedad se hace mucho más fuerte, jóvenes comienzan a hacer mezclas de
tragos, aguardiente y cerveza, la gente comienza a reír debido a los efectos
del alcohol y la buena música.
Transcurren
los minutos, la gente más ebria y entonada comienza a bailar sola, un hombre de
pantalón azul claro y camisa roja inicia un espectáculo en medio de la
multitud, se tira al suelo y comienza a llorar, alterando el orden público, así
que es retirado por la policía presente en el concierto. Comentarios se
escuchan, pero es solo cuestión de segundos para que la magia de la salsa
envuelva de nuevo a los presentes y olviden el tema.
La
gotas de lluvia vuelven, pero esta vez más recargadas y con más fuerza,
haciendo que de nuevo la gente corra a refugiarse en las carpas. Dentro de
ellas es otro mundo, el olor es más fuerte, a sudor, a licor, a pasión; el
baile es más candente, seis parejas se encuentran en el centro de la carpa en
un duelo de pasos y giros, verdaderos bailarines de salsa se roban la atención,
la gente aplaude y yo evoco recuerdos de conciertos pasados.
Me
viene a la mente el concierto de Rock sinfónico, la población rockera pereirana
se sentía, cada nota de esas partituras
llegaba al corazón, cada canción de Pink Floyd, o de Led Zeppelin tocaba las
fibras del alma. Vuelvo de esa dimensión paralela donde domina el rock porque
mis zapatos se empiezan a llenar de agua. La carpa se comienza a inundar, pero
aun así las parejas no paran la danza.
Me
asomo por uno de los agujeros de la carpa y para mi sorpresa si hay verdaderos
amantes de la salsa, logro contar doce cabezas empapadas afuera bailando sin
cesar, el agua solo hace que el ardor incremente y me viene a la cabeza un
recuerdo más. La misma pasión que irradian esos personajes la transmite Elkin
Alberto Bojacá, Percusionista de la banda, cuando me contaba luego de terminar
uno de sus ensayos, lo que sentía al momento de salir a tocar, era esa pasión,
ese entusiasmo, su vida era la música y se percibía, recuerdo esas palabras que
se quedaron grabadas en mi mente, “llevo 17 años tocando y siempre siento
nervios cada vez que el director se para al frente, siento físico susto,
mariposas en el estomago. El día que deje de sentir eso me retiraré de la
música, porque eso es lo que hace que toque con pasión, con amor.”
Finaliza
ese último tema, miro al escenario y los músicos cansados pero satisfechos
acceden a tocar un tema más, se dibujan sonrisas en todos los rostros
presentes, y al ritmo de los timbales y las trompetas se finaliza la velada
salsera con otro éxito “Un verano en Nueva York.” Siendo las 9:30 pm fuertes
aplausos y gritos de euforia salen de la multitud, en muestra de agradecimiento
por hacer de esos minutos momentos tan agradables.
Emprendo
mi viaje hacia la estación y me doy cuenta que la gente durante todo el
recorrido continúa tarareando las canciones intoxicadas por la magia de la
salsa, y al ritmo de “Lloraras”, “Casi te envidio” y “El preso” llego a casa.
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